miércoles

El costado más vulnerable



Reemplacé el auto por la bici (un medio más apropiado para circular por una ciudad con árboles caídos) y salí a relevar otras partes de la Ciudad. Tomé la bicisenda de Virrey Liniers, luego Billinghurst, Arenales y Montevideo. Ni rastros de la tormenta. Un día soleado, de gloria. En Montevideo y Quintana, me encontré con un arquitecto que trabaja para el Gobierno de la Ciudad. El estaba recorriendo las ciclovías, pero su misión era registrar con croquis y fotos los diversos paisajes que en ellas se disfrutan. Compartí con él mi curiosidad: ¿por qué será que la tormenta no tuvo casi efectos en esta zona? ¿Por qué los árboles no han sufrido mayores daños? “Será porque acá, con las edificaciones, están más protegidos”, arriesgó. Seguí pedaleando hasta la 9 de Julio pensando que al estar tan expuesta encontraría destrozos. Hipótesis descartada: estaba casi intacta. Una vez más todos los males se ensañaron con las zonas más postergadas y vulnerables de la Ciudad. Volví al auto.

Recorrí toda la avenida General Paz. A la altura de Villa Lugano, Mataderos, La Matanza, Liniers, las masas de árboles lucían como cepilladas con una garlopa mal afilada. Me fui hasta San Isidro sospechando lo que podrían haber sufrido las tipas de Libertador. Por allí la trituradora parecía no haber pasado.

Volaron chapas, techos, carteles… ¿Pero qué pasó con el arbolado urbano? ¿Por qué muchos árboles no resistieron las fuertes ráfagas de viento? Para Marcelo D’Andrea Casas, Director de la carrera Planificación y Diseño del Paisaje de la FADU-UBA, “la respuesta está en el pésimo mantenimiento que recibe el arbolado urbano. Se hace una muy mala poda de raíces a causa de cañerías de infraestructura que deben pasar por debajo de las veredas. No está diseñado correctamente el espacio subterráneo de la infraestructura pública. Además, se hace muy mala poda de copas donde solo se procura que las ramas no toquen los cables, pero se desconoce la manera y la técnica que debe utilizarse”. Y agrega: “Los accidentes seguirán existiendo hasta que los funcionarios no tomen conciencia de que el paisaje no es solo para decorar la ciudad, sino que es uno de los pilares fundamentales de una Ciudad Sustentable.” El sábado volví a la bici y comprobé lo que D’Andrea me dijo. En Parque Patricios encontré paraísos partidos que estaban huecos. Tipas quebradas, con ramas que de tan secas podrían servir para prender fuego. Otras, tan mal podadas que sus raíces –que deben tener el mismo volumen que las copas– sólo ocupaban un octavo. Lo mismo ocurría con gran parte de los inmensos plátanos caídos en Pompeya, Flores Sur y Mataderos. Sus raíces parecían solo muñones. Solo de milagro se mantenía en pie.

En algunos casos, tal como me lo señaló D’Andrea, habían arrastrado caños de agua, desagües, cajas de electricidad y hasta racimos de cables que pasaban por entre sus mutiladas raíces.
Lamentablemente, una vez más, la Pascua nos sorprendió con la casa en desorden.

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