Mostrando las entradas con la etiqueta Historia BsAs. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Historia BsAs. Mostrar todas las entradas

martes

Costanera Sur

La Costanera Sur recupera su histórico espigón tras 12 años de abandono.

Luego de 12 años reabrirán el espigón Plus Ultra de la Reserva Ecológica. Fue un paseo muy popular durante la primera mitad del siglo XX.

Luego de 12 años reabrirán el espigón Plus Ultra de la Reserva Ecológica. Fue, junto a la Costanera Sur, un paseo muy popular durante la primera mitad del siglo XX. Fuente Perfil

18-11-14 Perfil 

Después de permanecer cerrado durante 12 años, el Espigón Plus Ultra volverá a funcionar como la entrada principal a la Reserva Ecológica Costanera Sur de la Ciudad de Buenos Aires. Nombrado así en honor del primer avión que cruzó el atlántico desde España hasta la Argentina en 1925, el espigón fue punto de encuentro para las familias que se acercaron durante décadas a bañarse en las aguas del río de la Plata y utilizaron sus instalaciones para cambiarse y ducharse. Sin embargo, la pasividad de las autoridades y el mal uso de la gente deterioraron uno de los más bellos paseos del Sur de la ciudad.

El espigón cumplía la función de mirador al Río de la Plata, cuyas aguas llegaban hasta las escalinatas de la parte inferior de la construcción. Allí también estaban los vestuarios, donde los bañistas se cambiaban antes y después de nadar en el río. Pero, a partir de la década del 50, el deterioro en la calidad del agua llevó a que los porteños dejasen de bañarse en el río. Así, comenzó un gradual abandono del lugar.

La situación empeoró a partir de 1978, cuando empezaron a volcarse escombros en la ribera. Como resultado, las aguas del río perdieron terreno en manos de un relleno donde comenzó a crecer la vegetación. De esta manera, el Espigón dejó de estar en contacto con la costa y a su alrededor empezaron a crecer los primeros pastizales. Esta situación favoreció la posterior ocupación de los vestuarios, que fueron intrusados por distintas personas que se asentaron en el lugar

Este paseo histórico está ubicado en la intersección de la avenida Achaval Rodríguez y la calle Padre M. L. Migone, justo frente a la Fuente de Las Nereidas de la artistas Lola Mora. Los trabajos del Plan de Recuperación del Espigón Plus Ultra, que requirieron una inversión de 1 millón de pesos iniciaron para solucionar los distintos problemas de seguridad, vinculados al deterioro estructural y a la intrusión, que llevaron a su cierre en el año 2002.

lunes

frases populares

El origen …

Secreta Buenos Aires. Clarin

Se repiten entre los porteños de manera casi automática. Pero en general, la gente desconoce dónde y cómo surgieron.

Zapatero a tus zapatos. Surgió en la Edad Antigua, cuando un zapatero opinó sobre un cuadro y el autor de la obra de arte le contestó que se limitara a su oficio.

Son tan clásicas que uno suele repetirlas con tanta naturalidad que, muchas veces, se aplican como si fueran el programa automático de un moderno lavarropas. Es verdad: uno sabe qué significan y qué se quiere representar al decirlas. Pero, por lo general, se desconoce su origen. Así comenzaba el texto que, en esta misma sección, se publicó el lunes 7 de abril. Se aludía a esas frases populares que andan de boca en boca y que son parte del habla de la Ciudad. Como esa vez muchas quedaron afuera, aquí va una segunda edición de frases que decimos sin saber de dónde vienen.

“Como bola sin manija”. Significa andar desorientado o perdido. Su origen está en las boleadoras que usaban los nativos para cazar. Eran dos piedras cubiertas con cuero y una tercera, más pequeña, que se utilizaba como “manija” para mejorar su lanzamiento. Todas estaban unidas a tiras de cuero trenzado. Dicen que sin esa pequeña agarradera, su uso se hacía más dificultoso.

“Está buscando a su media naranja”. Alude al encuentro de la pareja ideal, sea un hombre o una mujer.  Cuentan que la expresión surgió basada en el mito, citado por Platón, de la aparición de los dos sexos humanos. Según esa teoría, las personas eran asexuadas y, en un mismo cuerpo y en perfecta armonía, convivían lo femenino y lo masculino. Pero al parecer, un día esos seres desobedecieron las órdenes de los dioses y éstos lo castigaron: los separaron en dos, como si se tratara de una naranja, y los obligaron a continuar su vida buscando a la otra mitad para recuperar aquella felicidad perdida.

“Merde, mucha merde”. Es un clásico de los artistas para los días de estreno. Jamás hay que decir “suerte”. Sostienen que esa palabra produce el efecto contrario. O sea: genera mala suerte. Lo de “mucha merde” surgió porque la gente iba al teatro con carruajes tirados por caballos. Y que en la calle hubiera mucha bosta de los animales estacionados frente a la sala, significaba que había ido mucho público y que la obra era un éxito.

“Estoy en la palmera”. Es una típica expresión porteña y tiene relación con el estar viviendo una situación complicada, en especial en lo que respecta al dinero. Los conocedores afirman que todo empezó porque existía un garito clandestino que, en los fondos del terreno, tenía una gran palmera. Y cuentan que aquellos que quedaban “secos” durante las partidas del juego, solían sentarse debajo de aquella planta para reflexionar sobre su escasa suerte. La expresión “en la palmera” se popularizó tanto que hasta fue el título de una ranchera compuesta por Francisco Lomuto. Aquella canción constituyó un éxito impuesto por la gran Ada Falcón.

“Zapatero a tus zapatos”. Cuentan que es tan antigua como la misma Grecia. Y que el origen hay que buscarlo en una expresión de Apeles, uno de los pintores más célebres y queridos de la Edad Antigua.  La historia afirma que el hombre había expuesto una obra suya que mostraba a un personaje importante de la ciudad. Y dicen que por allí pasó un zapatero y, al verla, hizo una crítica sobre la forma del calzado de la figura representada. Apeles admitió la falla en el dibujo, la corrigió y volvió a exponerla. Pero entonces, el zapatero volvió a verla y amplió sus críticas a otras cuestiones de la obra. Fue ahí cuando el artista dijo algo así como “el zapatero no debe juzgar más arriba de las sandalias”. Eso fue interpretado como la ahora famosa frase. La corrección era válida para los zapatos, la especialidad del artesano. De lo demás el zapatero no conocía mucho.

Como se ve, las frases cotidianas abundan. Y las explicaciones sobre su procedencia también. Por eso es que no se agotan con esta nueva y pequeña lista. Sin ir más lejos, está aquella de quienes viven “disfrutando la fresca viruta”. ¿Tendrá relación con el producto surgido en las carpinterías? Y, de ser así, ¿qué tiene de fresca? Los conocedores, en cambio, la asocian con los antiguos vendedores de hielo. Pero esa es otra historia.


domingo

Confitería del Molino

Confitería del Molino: la comprará el Gobierno y volverá a abrir en 2016.
Un clásico de Rivadavia y Callao. Diputados aprobó ayer la expropiación del inmueble. El manejo quedará ahora en manos del Congreso.

Esquina patrimonial: la confitería abrió en 1905. Diego Díaz

Por unanimidad, ayer la Cámara de Diputados de la Nación convirtió en ley la expropiación de la Confitería del Molino. El proyecto recibió el voto positivo de 217 diputados. Ahora su edificio art noveau dependerá del Congreso, que allí abrirá en 2016 una confitería y un museo.

La iniciativa, presentada por el ex senador Samuel Cabanchik, había recibido media sanción del Senado en 2012. A partir de esta ley, el Gobierno nacional comprará el edificio al precio que establezca el Tribunal de Tasaciones de la Nación. Después se lo transferirá al Congreso, que creará una comisión bicameral para administrarlo.

En el subsuelo y la planta baja del futuro Edificio del Molino funcionarán, a través de una concesión, una confitería, un restaurante y un local de elaboración de productos de panadería y pastelería. El resto del inmueble, que tiene cinco pisos, albergará diversas actividades. Habrá un museo que reflejará cómo fue su construcción y el rol cultural y político que cumplió en sus épocas de máximo esplendor. También funcionará un centro cultural, donde se exhibirá la obra de artistas jóvenes. Y habrá un anexo para actividades legislativas

La Confitería del Molino fue inaugurada en Rivadavia y Callao en 1905. El edificio actual, fue construido por Francesco Gianotti y abrió sus puertas el 9 de julio de 1916, aunque recién estuvo terminado en 1917. Desde que la confitería cerró sus puertas, en 1997, hubo una decena de proyectos de ley, declaratorias y manifestaciones de vecinos y ONG que buscaron recuperar el edificio.

“El Molino no sólo fue un hito para los porteños, sino que además ocupa un lugar de privilegio en la vida política del país porque fue un escenario de encuentro, de discusión y del mismo hecho de hacer política. Su recuperación era un sueño de todos los bloques” aseguró ayer el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez.
En tanto, el diputado socialista Roy Cortina, sostuvo que la Confitería “es un símbolo de la vida política y cultural de nuestro país”. Y pidió que se apruebe un proyecto de su autoría, para también expropiar la marca “El Molino”.

lunes

Bar Británico

Por segunda vez reabrió el Bar Británico, un ícono de la Ciudad
Patrimonio porteño.Estaba cerrado desde hace tres meses, por problemas económicos. El nuevo inquilino promete respetar su estructura histórica.

Clarin 10-11-14

Interior. Abierto en 1929, desde 1960 pasó a ser Bar Británico. / PEPE MATEOS
Por segunda vez, el Británico -en San Telmo, uno de los Bares Notables más famosos de la Ciudad- reabrió sus puertas
Lo hizo después de permanecer cerrado durante tres meses, en los que hubo mucha incertidumbre respecto a su futuro. Pero hoy las persianas se levantaron puntualmente a las 7 y las mesas se fueron poblando de turistas y vecinos. "Tuvimos una buena mañana, mejor de lo que pensábamos, así que estamos contentos", le contó el encargado a Clarín.com.

MIRÁ LA FOTOGALERÍA EN HD (enlace a Clarin)

Ubicado en Brasil y Defensa, durante décadas el bar fue atendido por tres gallegos: José Miñones, José Trillo y Manolo Pose. Entre 1960 y 2006 trabajaron incansablemente, de lunes a lunes, las 24 horas. Sólo cerraban las noches del 24 y 31 de diciembre. Entre los 60 y los 80 fueron sus mejores años; en sus sillas se sentaron artistas famosos, bohemios, turistas y vecinos.

Dicen que en una de sus mesas el escritor Ernesto Sábato escribió "Sobre héroes y tumbas". Y también se transformó en set de filmación más de una vez. Luego el público dejó de frecuentarlo masivamene y en 2006 cerró sus puertas. Los dueños del local no le renovaron el contrato a los gallegos y así cerró una etapa de su vida, aún pese a las protestas de los vecinos.
En 2007 fue reabierto por Agustín Sousa que lo recuperó, incluso con sus antiguas sillas y mesas. Y en agosto, después de meses de funcionar con cierta inconstancia, volvió a cerrar. Hasta hoy, que desde muy temprano arrancó sirviendo café y medialunas.

El bar funciona desde 1928. Su primer nombre fue "La cosechera". Solían reunirse excombatientes ingleses de la Segunda Guerra Mundial y también era frecuentado por trabajadores de la compañía británica Ferrocarriles del Sur. En 1960 cambió de nombre, por el actual, y durante la Guerra de Malvinas también fue rebautizado, pero fugazmente: le taparon las tres primeras letras mientras duró el conflicto, así pasó a llamarse "Bar Tánico". Y es Bar Notable desde 1998.

Su nuevo dueño, Norberto Aznarez, dijo a la agencia Ansa que buscan "recuperar este ícono de la Ciudad que tiene una impronta muy fuerte. El bar es de la gente es parte de la cultura popular. Queremos que los vecinos se acerquen, que disfruten de un café y de la oferta gastronómica".
En agosto el ministro de Cultura, Hernán Lombardi, le dijo a Clarín que enviarían un proyecto de ley a la Legislatura porteña "para reducirle más el impuesto de Ingresos Brutos a los Bares Notables, como un incentivo extra para sus propietarios. Para la Ciudad es muy importante preservar estos lugares".


Torre Prourban

El rulero en dos historias: de las peluquerías a un edificio icónico
El cilindro plástico para hacer rulos inspiró el nombre popular de una torre. Fea para muchos pero que no pasa desapercibida.
Pellegrini y Libertador. La Torre Prourban (nombre real) cumple 30 años.

23/12/13
La opinión de la gente parece inapelable: lo consideran el tercer edificio más feo de la Ciudad. El dato surgió de una encuesta que la Consultora D’Alessio Irol realizó entre 600 personas que no son ni arquitectos ni constructores. La consulta fue para el suplemento ARQ y Clarín la publicó ayer en la sección La Ciudad. El edificio tiene 100 metros de altura y 30 de diámetro, está en la esquina de Carlos Pellegrini y avenida Del Libertador, en Retiro, y su nombre es Torre Prourban. Sin embargo, por su forma cilíndrica y desde hace muchos años, esa misma gente lo denominó simplemente como “El Rulero”.

El porqué de esa definición se basa en un elemento que, hasta hace no muchos años, fue muy usado en las peluquerías de damas, para rizar el cabello. Era un cilindro de plástico con un enrejado pequeño en el cual se enrollaba el pelo y se dejaba por horas para después darle un marcado especial. Los había de distinto tamaño. El edificio de Retiro se asemeja a uno de aquellos instrumentos de “belleza” que se reemplazaron con las actuales bucleras eléctricas.

Lo cierto es que la Torre Prourban o “El Rulero” ya lleva 30 años en esa esquina porteña. Se empezó a construir en 1979 y se terminó en 1983. Las empresas encargadas de la obra fueron las constructoras Eugenio Grassetto SA y Sideco Americana SA. Se basaron en el proyecto que en 1978 la desarrolladora Creaurban (era del Grupo Socma, que lideraba el empresario Franco Macri) le había encargado al estudio de Flora Manteola, Javier Sánchez Gómez, Josefina Santos, Justo Solsona y Rafael Viñoly, quienes tuvieron como arquitecto asociado a Carlos Salaberry. Así surgió ese diseño tan particular de hacer un edificio redondo. Los especialistas dicen que en los cuerpos centrales del barrio Comandante Piedrabuena, en Villa Lugano, ya había alguna construcción con ese formato. Pero el que primero se destacó aquí fue éste.

El edificio de Retiro (su acceso se encuentra en el número 498 de avenida del Libertador) está construido en un terreno que tiene unos 4.200 metros cuadrados. Pero no se usaron en su totalidad, justamente para poder crecer en altura. La estructura está hecha en hormigón opaco y moldeado con otras estructuras metálicas. Eso permitió que quedaran las ventanas cuadradas que tienen vidrios de dos metros por lado. El pórtico de la entrada está revestido en granito. Por allí se accede a un hall (tiene 10 metros altura) desde el que se llega a dos grandes paliers donde están los ocho ascensores que llevan a los 27 pisos destinados a oficinas. El hall principal tiene los pisos cubiertos con lajas de San Luis y las paredes revestidas con mármol blanco.

Por su forma redonda, todo lo relacionado con los servicios (escalera y ascensores) queda en el centro del edificio, lo que permite que cada planta tenga mayor espacio para las oficinas. Además, tiene tres subsuelos que se usan para las cocheras y los pisos 28 y 29 se destinaron a la sala de máquinas y el tanque de agua. Lo curioso de “El Rulero” es que, en 1986, se convirtió en el edificio con el cartel de publicidad colocado a mayor altura en la Ciudad La estructura de la publicidad ocupaba una superficie de unos 600 metros cuadrados y para construirla se usaron 20 toneladas de perfiles de hierro y 10 de chapa galvanizada. Para iluminarla se colocaron unos 3.000 metros de tubos de alta tensión que funcionaban a gas de neón. El gran cartel mostraba los logotipos de las marcas Fiat y Peugeot, que por entonces fabricaba la firma Sevel Argentina, también propiedad de Franco Macri. En la actualidad, la publicidad es de la empresa de telefonía celular Claro.

Otra curiosidad: esa estructura también sostiene un monorriel con una cabina especial que puede moverse en forma horizontal o vertical. Esa cabina la usaban los operarios encargados de la limpieza exterior del edificio.
A pesar de todos esos aspectos técnicos, la Torre Prourban no gusta. Así lo demostró la encuesta publicada ayer. Sin embargo, “El Rulero” no se llevó el primer puesto entre los feos. El número 1 del podio le correspondió al Chateau Libertador, una torre de 50 pisos y mansardas francesas colocadas a gran altura. Está en Avenida del Libertador 7050, en el barrio de Núñez y ocupa casi una manzana. Lo inauguraron en 2010 y entre sus vecinos hay varios ricos y famosos. Pero esa es otra historia.


Templo de arte divino en Almagro


Almagro y su templo de arte divino
POR EDUARDO PARISE
Clarin 28/01/2013

Una basílica, obra de los salesianos, que llama la atención por fuera e impacta por dentro.

María Auxiliadora y San Carlos. El interior de la iglesia, ubicada en Quintino Bocayuva e Hipólito Yrigoyen. Fue inaugurada en mayo de 1910.
Aunque su imagen exterior es austera, igual el edificio llama la atención. Es que su única torre tiene 64 metros de altura. Y la forma de construcción escalonada, hace que resalten su cúpula y los altos ventanales sobre las paredes con ladrillo a la vista y revestimientos símil piedra. En el frente, la estatua del Dios Padre Omnipotente (se denomina “Pantrocrator”) también impacta. Hecha en un solo bloque de mármol blanco que talló un artista salesiano, se la puede ver sobre el arco de la entrada: mide seis metros. Pero lo más relevante de este gran templo está adentro, en esos 67 metros de largo por 27 de ancho que, en tres niveles, ocupa una superficie de 1.800 metros cuadrados. Uno podría ubicarlo en cualquier ciudad importante del mundo. Pero está en el muy porteño barrio de Almagro.

La basílica de María Auxiliadora y San Carlos está en Hipólito Yrigoyen y Quintino Bocayuva. Fue construida en menos de 10 años: la piedra fundamental se colocó en junio 1900 y la inauguración se realizó el 24 de mayo de 1910, en la víspera del primer centenario de la Revolución de Mayo y el día de la fiesta de María Auxiliadora. La estatua (también conocida como “la virgen de Don Bosco”) mide cinco metros y está en el sector del “altar privilegiado”, al que se accede por dos imponentes escaleras de mármol, a cada lado del altar mayor. En el altar principal, la imagen central no es el Cristo crucificado habitual, sino una gran estatua del Sagrado Corazón, iluminada con delicadeza.

Toda la obra fue proyectada y ejecutada por el arquitecto y sacerdote salesiano Ernesto Vespignani (Lugo, Italia, 8/9/1861 – Buenos Aires, 1/11/1925), definido como “discípulo fiel del gran Don Bosco”. Según consta en una gran placa de bronce colocada en la en trada, él “divinizó el arte en este templo, obra maestra de su preclaro ingenio y de su fe profunda”. Nada más acertado, porque todo el edificio (de estilo “románico lombardo”, según Vespignani) tiene algo de divino: grandes vitrales que se destacan con la luz natural (no hay que perderse los que están en la doble puerta de madera de la entrada); arañas colgantes con tulipas de cristal de Murano; columnas de 15 metros de altura con franjas que alternan los colores rojo ladrillo y beige y muchos sectores hechos o recubiertos con mármoles que el mismo Vespignani fue a buscar a Italia.

El techo abovedado de las tres naves de la basílica es de un azul lleno de estrellas que se complementan con adornos arabescos de miles de flores. La estructura está rematada en la monumental cúpula octogonal, cuya bóveda está a casi 50 metros del suelo. Los largos bancos y los confesionarios en madera tallada completan la fastuosa escena.

Los salesianos comenzaron a actuar en la Argentina en diciembre de 1875. Era la primera fundación de esa Orden que Juan Bosco, por entonces superior de la congregación, emprendía fuera de Italia. Esto se explica porque el Papa Pío IX sabía que en Buenos Aires residían unos 35.000 italianos. Y asistirlos era su misión. Su primera escuela de artes y oficios estuvo cerca del cruce de Tacuarí y San Juan. Pero hacia 1878 ya estaban en Almagro. El 1° de junio de ese año, allí fundaron el colegio Pío IX. En ese colegio, durante dos años (1901 y 1902) estuvo pupilo un chico que aprendió nociones de imprenta, encuadernación, herrería y zapatería. También se lucía con una muy linda voz y por eso se destacó en el coro de la congregación. Tenía 11 años, era francés y se llamaba Charles Romuald Gardes. Una placa, fileteada por el artista Luis Zorz, lo recuerda en el frente de la basílica. Pero esa es otra historia.

miércoles

Un símbolo inglés que sobrevive en Palermo

FACHADA. EN LA ESQUINA DE CABELLO Y REPUBLICA ARABE SIRIA.


Eduardo Parise - Clarin 24-10-11

En la Ciudad, y en especial en Palermo, se lo llama “La Colorada”. Y aunque podría ser el apodo de alguna bailarina que dejara su huella en locales como Lo de Hansen, El Tambito o el Café La Paloma, la denominación no involucra a ninguna “elegante papirusa”, sino que alude a un edificio centenario, cuyos ladrillos a la vista aún hacen que se destaque en una zona donde las modernas torres cambiaron y siguen cambiando el paisaje.

Construido íntegramente con materiales llegados desde Inglaterra (de paso le servían como lastre a los barcos cerealeros que después llevaban mercadería hacia Europa), el edificio fue pensado por el ingeniero y arquitecto Regis Pigeon, quien le otorgó el sello distintivo del estilo que se conoce como neoclásico inglés: la presencia del ladrillo sin ninguna cubierta. Ese estilo fue muy usado en Gran Bretaña entre 1840 y 1915 y muchas veces se lo vincula con construcciones de la denominada revolución industrial.

“La Colorada” se construyó en 1911 en lo que hoy es el cruce de Cabello y República Arabe Siria. Tiene planta baja, cuatro pisos y sótanos y, a cada lado de la ochava en la que está, ocupa unos 30 metros, lo que le otorga una vista monumental por sus simetrías. Pero del edificio no sólo se destaca lo que se puede ver: lo original (al menos para esos tiempos y en Buenos Aires) es que en su diseño y construcción se usó una estructura formada por vigas de hierro cuyo fin era sostener a la carga de la obra. Y así sigue.

Los departamentos del llamativo edificio siempre tuvieron el mismo destino: ser usados como viviendas. Y los primeros en habitarlos fueron los directores y gerentes de los ferrocarriles que, por entonces, pertenecían a empresas inglesas. Pero lo más curioso era el uso que se le daba a los sótanos: eran dependencias destinadas a albergar al personal doméstico, algo que generó polémicas y discusiones porque se decía que era un área no adecuada para que viviera gente. Después de algunas décadas, todo el edificio pasó a propiedad de la familia Mitre (por eso durante un tiempo se lo conoció como “Palacio Mitre”) hasta que en la década de 1950 decidieron subdividirlo y venderlo.

Dentro de “La Colorada” hay elementos para destacar, como la gran escalera de mármol que rodea al ascensor principal, los techos realizados con el método de bovedilla (ladrillos entrelazados en dinteles de hierro) y una gran claraboya central que permite inundar de luz todo el interior. Por su calidad y su valor histórico, desde 1990 la edificación fue incluida dentro de la categoría de protegido que le otorga el Código de Planeamiento Urbano de la Ciudad.

Lamentablemente no hubo protección para otro edificio histórico que supo estar en esa zona. Era lo que se conoció como El Parque Romano, que estaba en la avenida Las Heras, entre Malabia (la actual República Arabe Siria) y Lafinur. El club era un lugar de baile donde actuaban varios de los grandes artistas populares, como la orquesta de Aníbal Troilo o la Orquesta Característica Anconetani (la de los famosos acordeones). También había duros combates de boxeo donde se presentaron figuras como Justo Suárez, “el torito de Mataderos”. Y alguna vez al club lo frecuentó un morocho llamado Carlos Gardel. Durante 1954, aquellas instalaciones fueron compradas por el Club Comunicaciones, hasta que le llegó la demolición. Allí ahora hay unas torres y un supermercado. Pero esa es otra historia.

jueves

Era Frances? Gardel...

Hallan la partida de nacimiento de Gardel y prueban que era francés.
Por Sibila Camps 20-09-2012 Clarin

Estaba en Toulouse, Francia, bajo el nombre de Charles Gardes.

Documento. Gardel, muy joven, y a la izquierda, la partida de nacimiento fechada el 11 de diciembre de 1890 en el registro de Toulouse./ proa editores

“En el siglo XXI estamos hablando de un hombre nacido en el siglo XIX”, hace notar Juan Carlos Esteban. Se refiere a Carlos Gardel, cuya partida de nacimiento como Charles Romuald Gardes, en un hogar para madres solteras de Toulouse, publica en El padre de Gardel, el libro que escribió junto con Monique Ruffié y Georges Galopa. O sea que, después de tantas décadas de mitos y especulaciones, Gardel era nomás francés.

Esteban es una rara avis entre los investigadores del tango. Fue secretario de Industria y Comercio de la Provincia bajo la gobernación de Oscar Alende (presidencia de Arturo Frondizi), y su trabajo en el terreno de la economía agropecuaria lo ha llevado con frecuencia a Uruguay. Allí vio crecer el mito de Gardel como hijo pródigo de Tacuarembó, “una ciudad de 94.000 habitantes donde de golpe entraron 42.000 turistas por año”.

Esto lo llevó a indagar, a ponerse en contacto con José Félix, un refugiado español residente en Toulouse. Allí viven los coautores de este libro, el cuarto que escriben en equipo acerca del Zorzal Criollo desde 2001. Así, a los 85 años e Internet mediante, Esteban llegó al final de un camino emprendido diez años antes.

Berthe Gardes tenía 19 años cuando nació su hijo, el 11 de diciembre de 1890. Ser madre soltera era entonces una deshonra familiar y, expulsada del hogar, la joven terminó anclando en la Argentina, cuando su niño tenía 2 años y tres meses. Ya mayor de edad, Carlos era un indocumentado, ya que, d e haber concurrido al consulado de Francia, habría tenido que alistarse para la guerra de 1914 .

En 1920 necesitó documentos para viajar y actuar en España. Aprovechó un decreto de 1906 del gobierno del Uruguay, que preveía la protección a ciudadanos uruguayos en otros países, cruzó el charco en compañía de José Razzano, y se dio por nacido como Carlos Gardel en Tacuarembó en 1887. Así se agenció de un certificado transitorio por un año, sin ninguna documentación que lo respaldara.

Cuenta Esteban que 23 días después tramitó la ciudadanía argentina. Y que en 1933, cuando estaba por viajar a Estados Unidos, le recomendaron poner sus papeles en orden, por lo que el 7 de noviembre 1933 redactó un testamento hológrafo, donde consignó su origen francés.

“Eso sirvió a los efectos sucesorios en 1935 y en 1937 en Uruguay”, explica Esteban.
¿Y quién fue el padre de Gardel? Los autores del libro indagaron sobre la hipótesis más fuerte, la de Paul Jean Lasserre. Hizo el servicio militar en Toulouse, cuando Berthe vivía en esa ciudad; y dos meses antes del nacimiento de Charles, se fue a París.

Fue tipógrafo, restaurador, contador. También estuvo preso cuatro años, por robar en banda en locales de bebidas y violar cajas fuertes. Tuvo otras dos hijas naturales –los autores entrevistaron a Fanny, la menor, de 93 años–, y se casó con una mujer acomodada. Las incluyó en su testamento, de 1919, y heredaron propiedades y sumas importantes.

“Tuvo oportunidad de reconocer a su hijo, pero no lo hizo. Pero Gardel sí sabía quién era su padre”, y en 1930 dio una pista al periodista uruguayo Segundo Bresciano. Una foto de Lasserre estaba en la casa de Berthe en la calle Jean Jaures, en el Abasto.


Un cambio de era

Taxis a caballo, carretas, trenes y luz eléctrica: fotos de un cambio de era.
Por Julieta Roffo

Dos hermanos, los Boote, retrataron una época en que el país se fue modernizando. La calle Florida no era peatonal, Plaza Once era un lugar silencioso y, mientras tanto, se extendía el alcance del ferrocarril

Por encargo. El Consejo Nacional de Educación quiso mostrar sus avances a través de la fotografía. /Samuel Boote
Acequias. La ciudad de Mendoza estrena su sistema de desagüe en época de tranvías y taxis a caballo./Samuel boote

Como en el “Desayuno sobre la hierba” en el que Edouard Manet pintó las mañanas parisinas, los hermanos Samuel y Arturo Boote dieron cuenta, a través de la fotografía, de las costumbres argentinas de su época: la imagen de una gruta, con cascada y ciénaga, en la actual feria de Plaza Francia es sólo uno de los testimonios del pasado que integran la muestra La Argentina a fines del siglo XIX (1880-1900) , en el Pabellón de Bellas Artes de la UCA.

Hay allí 72 fotos de las 115 que integran un libro que Ediciones de la Antorcha distribuirá con el nombre de la exhibición. Y hay, en esas imágenes, un poco de la ciudad de Buenos Aires, un poco de la provincia de Buenos Aires y otro poco de otras provincias. Es que en pleno auge de los retratos personales, los Boote se dedicaron a los paisajes urbanos y rurales, y a las costumbres de cada lugar.

“Fueron cronistas visuales, testigos que dejaron un testimonio a través de su trabajo, que al recuperarse es como viajar en la máquina del tiempo”, explica Abel Alexander, investigador y fotohistoriador, y curador de la muestra junto a Luis Priamo, otro especialista en fotografía antigua.

Es justamente Priamo quien resume la importancia del trabajo de Samuel, que vivió entre 1844 y 1921: “No sólo producía imágenes para sí, sino que además era contratado por empresas, especialmente las ferroviarias , para dar cuenta del avance del trabajo en una Argentina en plena expansión”, sostiene. Hay, en las fotos, vías recién colocadas que “viajan” a distintas provincias, rieles del tranvía en pleno uso en la Capital, una flamante estación central en Córdoba y una planta de procesamiento de azúcar recién inaugurada en Santa Fe.

Arturo, que vivió entre 1861 y 1936, se abocó más a la actividad comercial, a través de la venta de álbumes y de máquinas. Pero eso no le impidió conformar un archivo de imágenes que también da cuenta de una Argentina en la cual los taxis eran tirados por caballos , el Cabildo era más largo, la calle Florida no era peatonal y en Plaza Constitución paraban las carretas , antes de que llegaran los colectivos.

En los campos que retrataron los Boote –de familia inglesa y con propiedades en Chascomús, donde también se montará la muestra– durante los últimos veinte años del siglo XIX, se nota el desarrollo tecnológico : lo que durante los primeros tiempos se hacía con tracción a sangre, ahora depende del ferrocarril.
Esos tiempos de cambios se leen con el correr de las fotos: en las fiestas mayas de 1896 –un festival que duraba tres días– hay iluminación eléctrica en Plaza de Mayo, entonces Plaza de la Victoria. Algo inhallable en la foto de 1892, igual que la Avenida de Mayo, abierta por esos años.

En 1889, narran los Boote en su álbum “Vistas de escuelas comunes” para el Consejo Nacional de Educación, había batallones escolares: chicos de los últimos grados de la escuela primaria uniformados y armados, acompañando a las milicias en un acto patriótico. Y en 1885, y aunque suene inimaginable más de cien años después, la Plaza Once era un lugar desértico y silencioso. No como las fotos antiguas, que colgadas de una pared mucho tiempo después, dicen tantas cosas.

Cimientos. Los de una construcción del siglo XVIII

Restos del siglo XVII bajo las veredas de San Ignacio

Por Romina Smith Clarin 20-09-2012

Son cimientos de piedra y trozos de mayólica que están siendo desenterrados.

Espectadores. Chicos de una escuela que visita San Ignacio observan a los especialistas. / gobierno de la ciudad
Cimientos. Los de una construcción del siglo XVIII, sobre Bolívar. / GCBA

La sugerencia fue de Francisco Baigorria, párrroco de la Iglesia de San Ignacio de Loyola, en Monserrat. Atento a las obras que se estaban encarando en la cuadra del templo, en Bolívar y Alsina, él fue quien pidió que se excavaran las veredas en busca de restos de la época colonial. Y el resultado sorprendió a muchos: bajo las baldosas, un equipo de expertos del Centro de arqueología urbana de la UBA y del Museo de La Plata encontró restos de cimientos de piedra y cal y otros objetos que revelan la vida colonial de una construcción que funcionaba como un anexo de un pequeño templo que con el tiempo se transformaría en la actual Iglesia.
Los trabajos empezaron en agosto y permitieron detectar, además de los restos de la estructura de la construcción, restos de cuentas de vidrio, fragmentos de vajilla de mayólica española y cerámicas. Incluso algunos elementos de hierro y huesos de animales del período colonial. La idea es que una vez concluidas las obras de remodelación de la calle y las veredas, los hallazgos sean protegidos con un blindex a la altura del piso para que puedan ser exhibidos con una iluminación que los destaque.

"A nosotros nos convocó el Ministerio de Desarrollo Urbano dentro del proyecto de remodelación de esa zona del Casco Histórico. Como parte de esos trabajos, que tienen además la intención de reconstruir el atrio de San Ignacio, nos pidieron con buen tino que hiciéramos una exploración en la vereda de la Iglesia, en Bolívar y y Alsina. Sabían que podía haber restos de cimientos de una construcción que ocupaba el lugar donde ahora está el colegio Nacional de Buenos Aires. Eso fue a partir de fotos históricas y planos, y lo que finalmente se comprobó: debajo de las veredas, encontramos cimientos de piedras de un anexo del templo. Y también otros objetos que del siglo XVII y XVIII", contó a Clarín la arqueóloga Ana Igareta, directora operativa de los trabajos.

Según la experta, las fotografías que guiaron la búsqueda y que son de 1930 mostraban cómo era la antigua construcción, y a través de ellas se calculó dónde buscar. "Lo curioso es que en Buenos Aires no son muchos los edificios que tengan cimientos de piedra. Las piedras debían pagarse y acarrearse desde otros sitios, y era un gasto que en el siglo XVII o en el XVIII no cualquiera podía pagar". El equipo de arqueólogos también abrió otros sectores, donde fueron apareciendo materiales enterrados entre cañerías, pero todos mezclados y fragmentados. "La historia de los últimos cien años de cañerías de la Ciudad atraviesan esos 15 m2 que excavamos, pero por suerte se pudieron encontrar cerca de la superficie", sintetizó Igareta. Durante el peritaje, muchos vecinos se acercaron a preguntar qué estaba pasando. "Eso fue muy interesante, llegamos a tener 50 personas alrededor mirando cómo buscábamos", contó.

"Estas excavaciones se hicieron en el marco de los trabajos en Bolívar, desde Plaza de Mayo hasta Belgrano, donde vamos a hacer una intervención del programa Prioridad Peatón, el plan que nivela la calle con las veredas y que restringe muy fuerte el paso vehícular en esa zona. En este caso, el tránsito también estará totalmente negado a la altura del atrio de la Iglesia, para preservar el edificio", contó Daniel Chain, ministro de Desarrollo Urbano porteño. Según explicó, estos trabajos estarán terminados en febrero.

lunes

El mateo también tiene su historia

El mateo también tiene su historia
Los carros cambiaron de nombre por una obra de teatro. Y fueron masivos hasta 1930.

Sobrevivientes. El clásico paseo por el Rosedal de los mateos que quedan en Buenos Aires. En su apogeo, una ordenanza los regulaba. / mario quinteros
Sobrevivientes. El clásico paseo por el Rosedal de los mateos que quedan en Buenos Aires. En su apogeo, una ordenanza los regulaba. / mario quintero.
Clarin 03/09/12
Hasta las primeras tres décadas del siglo XX se contaban por miles. Y su función podía variar entre llevar desde una estación de trenes a un recién arribado a la Ciudad, con sus sueños y esperanzas intactas, hasta transportar a algún dandy porteño, tanto a la llegada como a la salida de una milonga en Palermo. Es que, desde 1850, las “victorias”, tiradas por un solo caballo y a cargo de un cochero, estaban incorporadas al paisaje de Buenos Aires tanto como esa música popular que conocemos como tango.

Se los veía siempre en los alrededores de las plazas más importantes, como Constitución, Miserere, Congreso o de Mayo. Por eso algunos los denominaban “placeros”. Pero en 1923 la influencia de una obra de teatro les cambió el nombre para siempre.

La obra se estrenó en mayo de ese año en el Teatro Nacional. La había escrito Armando Discépolo (el hermano de Enrique Santos) y contaba algo de la dura vida de don Miguel, un inmigrante italiano que veía cómo la merma en su trabajo complicaba su existencia. Entonces el hombre volcaba sus penurias hablándole a Mateo, el viejo matungo de su carruaje. Fue tanto el impacto popular que tuvo que desde entonces a los carros se los llama mateos.

La mayoría de esos mateos llegaron desde Francia, aunque a mediados del siglo XIX eran muy importantes en las principales capitales de Europa como Londres, Berlín o Viena. Y aquello se vería reflejado también en Buenos Aires. Tanto que ya en 1866 aparecía una ordenanza para reglamentar su actividad. Entre otras cuestiones, se establecía que, para circular de noche, debían llevar faroles encendidos cuando no hubiera luna llena. Aquellas luces funcionaban con carbono.

Equipados con mullidos asientos forrados en cuero, negras capotas que protegían del rocío y con elásticos de buen hierro debajo de la carrocería, para amortiguar el traqueteo sobre el adoquinado porteño, los mateos empezaron a entrar en la historia cuando el servicio de tranvías llenó la Ciudad y los “autos de alquiler con reloj taxímetro” (como se denominaba a los taxis) coparon la parada del transporte urbano, previo auge de los colectivos.
La prohibición de la tracción a sangre en la Ciudad (sancionada en 1960) también influyó. Sin embargo, hoy todavía hay algunos que se lucen en las dos paradas que mantienen como bastiones de aquel tiempo: frente a la entrada principal del zoológico (en las avenidas Las Heras y Sarmiento) y frente al gran Monumento de los Españoles (avenidas Del Libertador y Sarmiento). Desde allí, frecuentados en forma mayoritaria por los turistas, siguen al trotecito lento por la zona del Rosedal en un paseo con mucha nostalgia para los mayores y mucho asombro para los más chicos, acostumbrados a las velocidades del siglo XXI. Eso sí: en todos los mateos están incluidos los dibujos de los históricos filetes porteños, un arte popular que en su origen tuvo alguna influencia europea pero que es tan argentino como el dulce de leche.

Para estos carruajes quedó lejos la época en que las familias patricias, con cochero incluido, los tenían como un símbolo de su buen pasar. La expansión de la Ciudad también los fue dejando fuera de juego, como les pasó a aquellos ómnibus con techo de lona que se usaban para llevar gente a los loteos de tierras en barrios alejados del Centro o para disfrutar alguna excursión. Muchos también salían desde la zona de Plaza Italia. Por el diseño de su carrocería el ingenio popular los había bautizado con un nombre más doméstico que callejero: les decían bañaderas. Pero esa es otra historia.



Puerto Madero....

tiene dos caras

Durante la semana, el barrio más joven y más caro de la ciudad parece deshabitado; los fines de semana, la escena cambia completamente; radiografía de una zona exclusiva

Por Natalia Pecoraro  | LA NACION 03/09/2012

Puerto Madero es el barrio más nuevo de la ciudad de Buenos Aires, el más caro y uno de los de mejor calidad de vida. También es uno de los más peculiares: tiene dos caras.

Durante la semana reina la tranquilidad. Por las calles transitan unos pocos oficinistas, paseadores de perros, obreros de la construcción, estudiantes, personal de limpieza y mantenimiento de los espacios públicos, prefectos y turistas.
Los edificios de viviendas de lujo -por decenas- parecen convivir fríamente con oficinas, restaurantes, bancos, drugstores, locales comerciales, una universidad y un pujante circuito de arte. No se siente en el barrio el calor que transmiten otras calles de la ciudad.

Los sábados y los domingos, en cambio, miles de personas disfrutan de los espacios públicos: el paseo junto al río, los parques y sus calles prolijas cambian de color. Es como si el barrio entrara en ebullición. El escenario es el mismo, pero la escena cambia completamente.

Según datos del censo de 2010 , viven en Puerto Madero 4720 personas. En 2001, eran 296 los habitantes permanentes contabilizados. Aunque desde un "piso" muy bajo, es el barrio de mayor crecimiento demográfico de la última década: más de 1000%.







seguridad

Mi viejo vive acá hace más de 10 años, siempre me gustó, pero yo llegué hace dos, antes vivía en Liniers. Lo que más me gusta es el orden, la limpieza, la tranquilidad, el verde que hay, la poca gente y, por sobre todas las cosas, la seguridad", relató Lucas Marín, de 28 años.

Como Lucas, casi todos los vecinos consultados -excepto dos mujeres- dijeron que lo mejor de vivir en el barrio es la seguridad. Martín Bochkezanian , integrante de la Junta Comunal de la comuna 1 -la que corresponde a Puerto Madero-, electo por el Pro, destacó que la zona cuenta con dos variables únicas: Prefectura en lugar de Policía Federal, "que tiene importantes recursos y un centro de monitoreo de última generación", y accesos limitados, "que configuran una especie de «isla»".

Puerto Madero tiene sólo cuatro accesos y un avanzado Sistema Integral de Seguridad (SIS) manejado por la Prefectura Naval Argentina , con poder de policía en el barrio.
La sede del SIS está en Macacha Güemes y Juana M. Gorriti, en el dique 3. Desde allí se hace un seguimiento de todo lo que pasa en Puerto Madero: las cámaras están en calles, veredas, espacios públicos y áreas perimetrales. Un promedio de 30 efectivos por día, divididos en tres turnos, se encargan del monitoreo, la supervisión y el análisis de las imágenes.

Puerto Madero es uno de los barrios elegidos por el poder político. Tienen propiedades o viven allí, entre otros, Cristina Kirchner, Amado Boudou, Héctor Icazuriaga (jefe de la SIDE), Florencio Randazzo, Alberto Fernández, Julio De Vido, Débora Giorgi y Diego Santilli. También se dejaron ver por ese barrio selecto Ricardo Jaime, Claudio Uberti y el sindicalista José Pedraza, quienes afrontan diversos conflictos con la ley.
"Estoy seguro de que es una gran razón para quienes eligen vivir allí, en los inicios y hoy, con el aumento de los delitos violentos, más aún", sostuvo el comunero macrista.

Una mujer de 35 años, ama de casa y madre de un niño de dos, contó que llegó al barrio por la seguridad y por su ubicación estratégica. "Llegué con dudas, pero ahora decidí quedarme. De hecho, antes alquilaba y ahora compré, estoy muy contenta", dijo.
Una joven de 20 años, estudiante de Periodismo de la Universidad Católica Argentina (UCA) -con sede en el dique 2-, contó a LA NACIÓN que sus padres decidieron mudarse de Caballito a Puerto Madero por la seguridad. "Hace dos años que vivo acá y estoy muy cómoda. Lo que más me gusta es la tranquilidad. Cuando visito otros barrios y vuelvo, me doy cuenta de que el aire es distinto", sostuvo.
Un promedio de 30 efectivos por día, divididos en tres turnos, se encargan del monitoreo, la supervisión y el análisis de las imágenes

Una jubilada que vive en una torre frente al parque Mujeres Argentinas desde hace cinco años relató: "Decidí mudarme porque era el único lugar de la ciudad donde podías levantar la persiana de tu cuarto y no tener de vista un edificio". Dijo, también, que se podía caminar en paz.
Dos mujeres de alrededor de 60 años (que volvían a sus casas después de la clase de pilates), no dudaron en criticar enfáticamente al barrio. Sus dardos apuntaron a los funcionarios que se mudaron a Puerto Madero. "Era tranquilo, pero no lo es más: se contaminó. Todo empezó cuando Néstor Kirchner tuvo su oficina por acá. Quiero que se vayan los funcionarios, la suciedad", lanzó una de ellas.

La otra dijo que "lo peor" que le puede pasar es tener que ir al centro. O sea, cruzar el agua y adentrarse unas cuadras al barrio de San Nicolás, más conocido como microcentro o City porteña.

Fines de semana

El comunero Bochkezanian explicó que, en comparación con los otros barrios de la Comuna 1 (Retiro, San Nicolás, San Telmo, Montserrat y Constitución), en Puerto Madero hay "pocos reclamos en seguridad". Hay quejas por limpieza, iluminación, veredas, calles y por el tránsito: los vecinos dicen que los autos circulan muy rápido y que no respetan los semáforos.
"Hay mucha queja porque el barrio funciona como estacionamiento gratuito a cielo abierto para muchos oficinistas que van en auto al centro en la semana", agregó.
Todos los consultados coincidieron en que las "bondades" de la zona pueden disfrutarse durante la semana y criticaron los fines de semana, cuando vecinos de otros barrios se acercan a las calles con nombres de mujeres.
Lucas Marín admitió que lo que menos le gusta de vivir en Puerto Madero son los sábados y domingos. "Se llena de gente, ensucian las plazas, se afanan tachos [de basura], no cuidan las cosas, tiran papeles por cualquier lado, se llena de autos", sintetizó.
Mientras jugaba con su hija en la plaza María Eva Duarte de Perón, un joven empresario que vive frente al dique 4 dijo que "la tranquilidad y la seguridad se pierden los fines de semana" porque "la gente brota de cada rincón".
"El principal problema [del barrio] deriva del uso que hacen miles de otros porteños y vecinos que se acercan para disfrutar del espacio público, lo mismo que la gastronomía y otras actividades -legales o ilegales- que generan un poco de inseguridad, suciedad y otros conflictos menores derivados de las mismas", explicó.
Nicolás tiene 19 años, vive en Recoleta y va a andar en skate a Puerto Madero porque las escaleras "están buenísimas". Eduardo y Graciela son de Caballito y llevan reposeras, mate, termo y lectura hasta el parque Micaela Bástidas por "el verde, el aire y la tranquilidad". Denise, Sol y Tamara, de Almagro, patinan por la peatonal porque "el piso es lisito y la vista está bárbara".
A pesar de las críticas y en línea directa con los "halagos", el boom inmobiliario parece no tener fin en Puerto Madero. El metro cuadrado cuesta entre cinco y siete mil dólares. Los alquileres de viviendas arrancan en 1300 dólares. Hay obras en construcción permanentemente.

Más emprendimientos

Cada vez hay más emprendimientos: restaurantes, bares, locales comerciales, lugares de recreación. El arte empieza a copar espacios. Los proyectos faraónicos del universo Faena no cesan: hotel, viviendas, Arts District . El museo de la colección de arte de Amalia Lacroze de Fortabat se revitalizó: nueva etapa con muestras temporarias. El flamante Polo Audiovisual , anunciado hace muy poco, tendrá su sede en la isla Demarchi, a metros de Puerto Madero.
Diques antigüos frente al agua, peatonales, plazas abiertas a la línea del malecón, el Puente de la Mujer, viejas grúas portuarias, mega torres de lujo. Al oeste, alejado, el resto de la ciudad. Hacia el este, bien cerquita, la Costanera Sur, la reserva ecológica, la villa "Rodrigo Bueno" y el Río de La Plata. Contrastes, toda una postal de Buenos Aires..

Política . Los vecinos de Puerto Madero con domicilio en el barrio votan en la UCA. En las últimas elecciones, en las que la presidenta Cristina Kirchner resultó reelecta con el 54 por ciento de los votos, en Puerto Madero se emitieron 1541 sufragios. ¿Los resultados? La lista del Frente Amplio Progresista, encabezada por el santafecino Hermes Binner, ganó con el 30,43 por ciento de los votos. Segunda se ubicó la lista del Frente Popular de Eduardo Duhalde, con el 19,66 por ciento. El Frente para la Victoria, que alcanzó cifras altísimas en otras zonas, sumó sólo el 17,46 por ciento de los sufragios. El Frente de la Izquierda y de los Trabajadores, con Jorge Altamira a la cabeza, sacó 13 votos.

Breve historia A fines del siglo XIX, en pleno auge del modelo agroexportador, el ingeniero Eduardo Madero desarrolló los característicos diques de ladrillos rojizos. El puerto se construyó entre 1900 y 1905.
En 1911, el puerto resultó insuficiente y ampliaron la zona portuaria, una obra del ingeniero Luis Augusto Huergo.
La creación de Madero estuvo abandonada durante décadas. En 1989 nació la Corporación Antiguo Puerto Madero, una sociedad anónima integrada en partes iguales por el Estado Nacional y la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, creada para urbanizar las 170 hectáreas del área del antiguo puerto.
En 1996, el plan de urbanización comenzó con la etapa de venta de lotes. Ese año, Puerto Madero quedó incorporado como el barrio número 47 de la ciudad de Buenos Aires.