jueves

Era Frances? Gardel...

Hallan la partida de nacimiento de Gardel y prueban que era francés.
Por Sibila Camps 20-09-2012 Clarin

Estaba en Toulouse, Francia, bajo el nombre de Charles Gardes.

Documento. Gardel, muy joven, y a la izquierda, la partida de nacimiento fechada el 11 de diciembre de 1890 en el registro de Toulouse./ proa editores

“En el siglo XXI estamos hablando de un hombre nacido en el siglo XIX”, hace notar Juan Carlos Esteban. Se refiere a Carlos Gardel, cuya partida de nacimiento como Charles Romuald Gardes, en un hogar para madres solteras de Toulouse, publica en El padre de Gardel, el libro que escribió junto con Monique Ruffié y Georges Galopa. O sea que, después de tantas décadas de mitos y especulaciones, Gardel era nomás francés.

Esteban es una rara avis entre los investigadores del tango. Fue secretario de Industria y Comercio de la Provincia bajo la gobernación de Oscar Alende (presidencia de Arturo Frondizi), y su trabajo en el terreno de la economía agropecuaria lo ha llevado con frecuencia a Uruguay. Allí vio crecer el mito de Gardel como hijo pródigo de Tacuarembó, “una ciudad de 94.000 habitantes donde de golpe entraron 42.000 turistas por año”.

Esto lo llevó a indagar, a ponerse en contacto con José Félix, un refugiado español residente en Toulouse. Allí viven los coautores de este libro, el cuarto que escriben en equipo acerca del Zorzal Criollo desde 2001. Así, a los 85 años e Internet mediante, Esteban llegó al final de un camino emprendido diez años antes.

Berthe Gardes tenía 19 años cuando nació su hijo, el 11 de diciembre de 1890. Ser madre soltera era entonces una deshonra familiar y, expulsada del hogar, la joven terminó anclando en la Argentina, cuando su niño tenía 2 años y tres meses. Ya mayor de edad, Carlos era un indocumentado, ya que, d e haber concurrido al consulado de Francia, habría tenido que alistarse para la guerra de 1914 .

En 1920 necesitó documentos para viajar y actuar en España. Aprovechó un decreto de 1906 del gobierno del Uruguay, que preveía la protección a ciudadanos uruguayos en otros países, cruzó el charco en compañía de José Razzano, y se dio por nacido como Carlos Gardel en Tacuarembó en 1887. Así se agenció de un certificado transitorio por un año, sin ninguna documentación que lo respaldara.

Cuenta Esteban que 23 días después tramitó la ciudadanía argentina. Y que en 1933, cuando estaba por viajar a Estados Unidos, le recomendaron poner sus papeles en orden, por lo que el 7 de noviembre 1933 redactó un testamento hológrafo, donde consignó su origen francés.

“Eso sirvió a los efectos sucesorios en 1935 y en 1937 en Uruguay”, explica Esteban.
¿Y quién fue el padre de Gardel? Los autores del libro indagaron sobre la hipótesis más fuerte, la de Paul Jean Lasserre. Hizo el servicio militar en Toulouse, cuando Berthe vivía en esa ciudad; y dos meses antes del nacimiento de Charles, se fue a París.

Fue tipógrafo, restaurador, contador. También estuvo preso cuatro años, por robar en banda en locales de bebidas y violar cajas fuertes. Tuvo otras dos hijas naturales –los autores entrevistaron a Fanny, la menor, de 93 años–, y se casó con una mujer acomodada. Las incluyó en su testamento, de 1919, y heredaron propiedades y sumas importantes.

“Tuvo oportunidad de reconocer a su hijo, pero no lo hizo. Pero Gardel sí sabía quién era su padre”, y en 1930 dio una pista al periodista uruguayo Segundo Bresciano. Una foto de Lasserre estaba en la casa de Berthe en la calle Jean Jaures, en el Abasto.


Un cambio de era

Taxis a caballo, carretas, trenes y luz eléctrica: fotos de un cambio de era.
Por Julieta Roffo

Dos hermanos, los Boote, retrataron una época en que el país se fue modernizando. La calle Florida no era peatonal, Plaza Once era un lugar silencioso y, mientras tanto, se extendía el alcance del ferrocarril

Por encargo. El Consejo Nacional de Educación quiso mostrar sus avances a través de la fotografía. /Samuel Boote
Acequias. La ciudad de Mendoza estrena su sistema de desagüe en época de tranvías y taxis a caballo./Samuel boote

Como en el “Desayuno sobre la hierba” en el que Edouard Manet pintó las mañanas parisinas, los hermanos Samuel y Arturo Boote dieron cuenta, a través de la fotografía, de las costumbres argentinas de su época: la imagen de una gruta, con cascada y ciénaga, en la actual feria de Plaza Francia es sólo uno de los testimonios del pasado que integran la muestra La Argentina a fines del siglo XIX (1880-1900) , en el Pabellón de Bellas Artes de la UCA.

Hay allí 72 fotos de las 115 que integran un libro que Ediciones de la Antorcha distribuirá con el nombre de la exhibición. Y hay, en esas imágenes, un poco de la ciudad de Buenos Aires, un poco de la provincia de Buenos Aires y otro poco de otras provincias. Es que en pleno auge de los retratos personales, los Boote se dedicaron a los paisajes urbanos y rurales, y a las costumbres de cada lugar.

“Fueron cronistas visuales, testigos que dejaron un testimonio a través de su trabajo, que al recuperarse es como viajar en la máquina del tiempo”, explica Abel Alexander, investigador y fotohistoriador, y curador de la muestra junto a Luis Priamo, otro especialista en fotografía antigua.

Es justamente Priamo quien resume la importancia del trabajo de Samuel, que vivió entre 1844 y 1921: “No sólo producía imágenes para sí, sino que además era contratado por empresas, especialmente las ferroviarias , para dar cuenta del avance del trabajo en una Argentina en plena expansión”, sostiene. Hay, en las fotos, vías recién colocadas que “viajan” a distintas provincias, rieles del tranvía en pleno uso en la Capital, una flamante estación central en Córdoba y una planta de procesamiento de azúcar recién inaugurada en Santa Fe.

Arturo, que vivió entre 1861 y 1936, se abocó más a la actividad comercial, a través de la venta de álbumes y de máquinas. Pero eso no le impidió conformar un archivo de imágenes que también da cuenta de una Argentina en la cual los taxis eran tirados por caballos , el Cabildo era más largo, la calle Florida no era peatonal y en Plaza Constitución paraban las carretas , antes de que llegaran los colectivos.

En los campos que retrataron los Boote –de familia inglesa y con propiedades en Chascomús, donde también se montará la muestra– durante los últimos veinte años del siglo XIX, se nota el desarrollo tecnológico : lo que durante los primeros tiempos se hacía con tracción a sangre, ahora depende del ferrocarril.
Esos tiempos de cambios se leen con el correr de las fotos: en las fiestas mayas de 1896 –un festival que duraba tres días– hay iluminación eléctrica en Plaza de Mayo, entonces Plaza de la Victoria. Algo inhallable en la foto de 1892, igual que la Avenida de Mayo, abierta por esos años.

En 1889, narran los Boote en su álbum “Vistas de escuelas comunes” para el Consejo Nacional de Educación, había batallones escolares: chicos de los últimos grados de la escuela primaria uniformados y armados, acompañando a las milicias en un acto patriótico. Y en 1885, y aunque suene inimaginable más de cien años después, la Plaza Once era un lugar desértico y silencioso. No como las fotos antiguas, que colgadas de una pared mucho tiempo después, dicen tantas cosas.

Cimientos. Los de una construcción del siglo XVIII

Restos del siglo XVII bajo las veredas de San Ignacio

Por Romina Smith Clarin 20-09-2012

Son cimientos de piedra y trozos de mayólica que están siendo desenterrados.

Espectadores. Chicos de una escuela que visita San Ignacio observan a los especialistas. / gobierno de la ciudad
Cimientos. Los de una construcción del siglo XVIII, sobre Bolívar. / GCBA

La sugerencia fue de Francisco Baigorria, párrroco de la Iglesia de San Ignacio de Loyola, en Monserrat. Atento a las obras que se estaban encarando en la cuadra del templo, en Bolívar y Alsina, él fue quien pidió que se excavaran las veredas en busca de restos de la época colonial. Y el resultado sorprendió a muchos: bajo las baldosas, un equipo de expertos del Centro de arqueología urbana de la UBA y del Museo de La Plata encontró restos de cimientos de piedra y cal y otros objetos que revelan la vida colonial de una construcción que funcionaba como un anexo de un pequeño templo que con el tiempo se transformaría en la actual Iglesia.
Los trabajos empezaron en agosto y permitieron detectar, además de los restos de la estructura de la construcción, restos de cuentas de vidrio, fragmentos de vajilla de mayólica española y cerámicas. Incluso algunos elementos de hierro y huesos de animales del período colonial. La idea es que una vez concluidas las obras de remodelación de la calle y las veredas, los hallazgos sean protegidos con un blindex a la altura del piso para que puedan ser exhibidos con una iluminación que los destaque.

"A nosotros nos convocó el Ministerio de Desarrollo Urbano dentro del proyecto de remodelación de esa zona del Casco Histórico. Como parte de esos trabajos, que tienen además la intención de reconstruir el atrio de San Ignacio, nos pidieron con buen tino que hiciéramos una exploración en la vereda de la Iglesia, en Bolívar y y Alsina. Sabían que podía haber restos de cimientos de una construcción que ocupaba el lugar donde ahora está el colegio Nacional de Buenos Aires. Eso fue a partir de fotos históricas y planos, y lo que finalmente se comprobó: debajo de las veredas, encontramos cimientos de piedras de un anexo del templo. Y también otros objetos que del siglo XVII y XVIII", contó a Clarín la arqueóloga Ana Igareta, directora operativa de los trabajos.

Según la experta, las fotografías que guiaron la búsqueda y que son de 1930 mostraban cómo era la antigua construcción, y a través de ellas se calculó dónde buscar. "Lo curioso es que en Buenos Aires no son muchos los edificios que tengan cimientos de piedra. Las piedras debían pagarse y acarrearse desde otros sitios, y era un gasto que en el siglo XVII o en el XVIII no cualquiera podía pagar". El equipo de arqueólogos también abrió otros sectores, donde fueron apareciendo materiales enterrados entre cañerías, pero todos mezclados y fragmentados. "La historia de los últimos cien años de cañerías de la Ciudad atraviesan esos 15 m2 que excavamos, pero por suerte se pudieron encontrar cerca de la superficie", sintetizó Igareta. Durante el peritaje, muchos vecinos se acercaron a preguntar qué estaba pasando. "Eso fue muy interesante, llegamos a tener 50 personas alrededor mirando cómo buscábamos", contó.

"Estas excavaciones se hicieron en el marco de los trabajos en Bolívar, desde Plaza de Mayo hasta Belgrano, donde vamos a hacer una intervención del programa Prioridad Peatón, el plan que nivela la calle con las veredas y que restringe muy fuerte el paso vehícular en esa zona. En este caso, el tránsito también estará totalmente negado a la altura del atrio de la Iglesia, para preservar el edificio", contó Daniel Chain, ministro de Desarrollo Urbano porteño. Según explicó, estos trabajos estarán terminados en febrero.