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Bar La Biela

Bar La Biela:Los secretos guardados del faro de Recoleta


Hay una extraña conexión literaria entre Adolfo Bioy Casares, sus fotos del barrio que hoy perduran en el café y su novela “La invención de Morel”. La mesa del escritor y el paisaje de una esquina que con el tiempo brilla cada vez más.

Por Miguel Wiñazki
07/08/11 Clarin

MESAS. VISTA GENERAL DEL INTERIOR ACTUAL DEL ICONO DEL BARRIO, Y LAS MESAS QUE GUARDAN SECRETOS E HISTORIAS.


UNA DE LAS FOTOS DE ADOLFO BIOY CASARES QUE RETRATA EL CAFÉ HACIA 1940, CUANDO SE LLAMABA LA VEREDITA O AEROBAR Y CUANDO FUE PUBLICADA SU NOVELA LA INVENCIÓN DE MOREL. UN PAISAJE TRANQUILO Y ARBOLADO QUE ESTÁ ENMARCADO SOBRE EL MOSTRADOR ACTUAL DEL CAFÉ, Y QUE BIOY PENSABA INCLUIR EN UN LIBRO CON JORGE LUIS BORGES.


TESTIGO. JUNTO A LA BARRA, CARLOS GUTIERREZ, GERENTE DEL LOCAL CON 45 AÑOS DE TRABAJO Y UNA INFINIDAD DE ANECDOTAS DE ESCRITORES, CORREDORES Y TERTULIAS DIURNAS Y NOCTURNAS. LLEGO DE LEON, ESPAÑA, Y ENTRO AL BAR EN 1966, CUANDO LA ESQUINA AUN ERA QUINTANA Y JUNIN.
Cabe trazar la hipótesis literaria de una extraña conexión entre Adolfo Bioy Casares y el bar La Biela en Recoleta, frente al cementerio y a la vitalidad que rodea a la necrópolis, siempre atestada de turistas y peregrinos que buscan tal vez en la arquitectura de sus tumbas una clave secreta de esta misteriosa Buenos Aires.


La hipótesis está sostenida en un punto fuerte y material. Bioy fue habitué durante muchos años de La Biela. Tenía una mesa en el restaurante anexo (ver La mítica historia...), la número 20, que jamás era utilizada por ningún otro transeúnte del lugar.


Pero ¿Por qué iba Bioy a ese mismo sitio con disciplina rutinaria y durante tanto tiempo? Su gran novela, La invención de Morel (1940) podría ayudar a jugar con una pista profunda. Es la historia de un fugitivo del mundanal ruido y de sus peripecias que se esconde en una isla. Pero su soledad es interrumpida por la aparición de un contingente de turistas . Allí comienza una historia de alucinaciones, de amor y, si se quiere, de filosofía. Ningún lector podría al final de la obra asegurar si algo puede interrumpir de verdad la soledad. Es decir, asegurar que los demás existen y que no son una alucinación que nos acompaña y que nosotros mismos generamos. ¿Cómo sabemos que todo no es un sueño, y que soñamos no soñar? Diríamos, parafraseando a Borges.


En un sentido, un café es una isla, un escondite, y esa insularidad existencial es, en La Biela, profusamente acosada por los turistas que la visitan de todas partes.


“Llegué a la isla –escribió Bioy– con una brújula que no entiendo”.


La Biela es un café que es un puerto , en el que anclaron no sólo Bioy, sino también Borges, que visitaba el sitio seguido pero, curiosamente, sin su amigo.


El uno y el otro iban por su sola cuenta.


En hilera sobre la célebre barra de La Biela, se pueden ver hasta hoy una serie de fotos raras tomadas a mediados del siglo pasado por el propio Bioy Casares, supuestamente para un libro que Borges iba a escribir. Son imágenes algo esfumadas que emanan misterio. Por cierto, es mejor verlas que describirlas con palabras. De todos modos, se observan, en tono un poco amarillento por el tiempo, imágenes de vegetación urbana y abundante, tomas muy focalizadas de lo que parecen ser las paredes del cementerio otros flancos de edificios algo barrocos, con una mirada precisa, lo contrario a la vaguedad. Escribió Bioy en La invención de Morel: “La vegetación de la isla es abundante. Plantas, pastos, flores de primavera, de verano, de otoño, de invierno, van siguiéndose con urgencia, con más urgencia en nacer que en morir, invadiendo unos el tiempo y la tierra de los otros, acumulándose inconteniblemente”.


La isla de La Biela está rodeada de vegetación y fuerza también.


La mirada literal de Bioy ha dejado su huella expuesta en el café .


Hay un ensayo del escritor tucumano Juan José Hernández titulado Tribulaciones de un picaflor de La Biela . Es una reseña crítica del último libro que publicó Bioy, Descanso de caminantes .


Las caminatas de la ciudad hallan descanso de caminantes. La Biela pudo haber sido también eso para Bioy.


Otro escritor y ensayista, casi homónimo del anterior pero muy diferente en términos ideológicos, Juan José Hernández Arregui, analizaba la historia a través de los nombres de las calles de Buenos Aires. No simpatizaba con la Recoleta. Supo sentenciar: “La que muchos conocen como una de las esquinas más aristrocráticas del barrio es la unión de ¡Quintana y Ortiz! Y allí se levanta La Biela, reducto predilecto de la oligarquía” . Se refiere a los presidentes argentinos Manuel Quintana y Roberto Ortiz, calificados precisamente como representantes emblemáticos de la oligarquía por el nacionalismo literario y sociológico. La verdad es que hoy, el análisis clasista y chauvinista parece pobre para refutar a La Biela y su clientela heterodoxa.


Por ejemplo: crespúsculo de viernes a la tarde, pleno invierno. Se pueden observar desde dentro del local los reflejos rosáceos de la iglesia del Pilar a la vera del cementerio. Hay varias mesas ocupadas en la vereda, a pesar del frío. Adentro existe un leve bullicio, como apaciguada colmena porteña . Se observa una realidad irrefutable. La gente dialoga entre sí.

Las vestimentas son diversas; corbatas de oficina en algunas mesas, señoras con pulóveres de lana caseros en otras, camperas de jean… y otros indicadores de costumbres contemporáneas: diarios en papel leídos por señores de pelo prolijo, laptops baratas y baqueteadas, y otras más caras y brillantes, celulares, cucharitas que giran en los pocillos, vasos de agua bebidos lentamente.

Se levanta tras las vidrieras el gomero gigante y solemne.
Empieza a caer la noche.

café de “tuercas”

La mítica historia de un café de “tuercas”, príncipes y estrellas


08/08/11 Clarin

CAMBIO. EN 1983 YA SE PEATONALIZO EL PASEO Y EL CARTEL DE LA CALLE ORTIZ.


Carlos Gutiérrez, hoy gerente, empezó a trabajar en La Biela (Quintana 596) hace 45 años, en 1966, cuando la peatonal Roberto Ortiz no existía y la esquina era Junín, frente a la parada del 17. Al año siguiente iniciaron la primera transformación del antiguo cafetín y abrieron al lado, sobre Quintana, la confitería “paqueta” y restaurante La Biela, que tenía cartel visible, mantelería de hilo y era comparado por su cocina con la del cercano Alvear Palace y con el Plaza.


En ese restaurante Bioy tenía la mesa 20, donde comía a diario siempre mirando hacia el interior del local. Así fue hasta el 94, cuando Gutiérrez y asociados unificaron los locales (“era un lío tremendo, dos brigadas de mozos, dos cajas”) y llegó la reforma que se mantiene hasta hoy, con maderas claras y ventiladores de techo. “Usted puede venir aquí a hacer sus reuniones de trabajo o de lo que sea a su mesa que nadie va a estar escuchando lo que dice. Aquí hay clientes que vienen hasta seis o siete veces por día. Así funciona. Los mozos de la mañana conocen a cada uno por su nombre, y reciben recados: ‘Si lo ves a tal, decile que después vengo’”, revela el hombre de la barra.


El origen del nombre, se sabe: el playboy y corredor de autos Roberto “Bitito“ Mieres picaba a gran velocidad y arriesgada pericia en una tarde imprecisa de los 50. Exigido su auto, fundió una biela. La sacó, entró al bar y dijo a los mozos asombrados: “Esto, gallegos, es una biela”. Y así fue. Del Alvear llegaba la clientela de huéspedes famosos, como la legendaria cantante italiana Mina, o el presidente también de Italia Sandro Pertini, o Alain Delon, o Serrat, “que se levantaba a escuchar los partidos de Boca por la radio junto los mozos”, o el bailarín Rudolf Nureyev, o Cristina Onassis, o Raphael y los pilotos de Fórmula 1 que venían al Gran Premio: Jackie Stewart, Nikki Lauda, Emerson Fittipaldi... la herencia de los tuercas Mieres o Charlie Menditeguy. La otra crema llegaba de las galas de abono del Colón. “Los esperábamos de pie, con la servilleta en el brazo, hasta que aparecieran, aunque fuera a la una de la mañana”.


Las tertulias siguen, aunque los nombres cambien y los plásticos Pedro Roth y Raúl Santana extrañen a Facundo Cabral.

Avanza la obra de Núñez

Avanza la obra de un túnel clave para agilizar el tránsito en Núñez


08/08/11 Clarin
Por Pablo Novillo

GRUA. EL TECHO DEL TUNEL ESTA COMPUESTO POR DOS LOSAS. CADA UNA TIENE UN PESO DE 55 TONELADAS Y MIDE 10 M DE LARGO, 4 M DE ANCHO Y 1,20 M DE ALTO. LOS TRABAJOS ARRANCARON EL SABADO POR LA NOCHE Y SE COMPLETARON AYER POR LA MADRUGADA.


El Gobierno porteño instaló ayer por la madrugada el puente ferroviario para el cruce bajo nivel que está construyendo en Crisólogo Larralde y las vías del ferrocarril Mitre (ramal Retiro-Tigre). El túnel sería inaugurado a fines de octubre .


La obra está a cargo de AUSA, la empresa estatal porteña que tiene a su cargo la operación de las autopistas de la Ciudad y también varias obras viales. El cruce, entre las calles O’Higgins y Grecia, tendrá 3,60 metros de ancho y cordones laterales de 50 centímetros, con único sentido de circulación Este a Oeste (de Libertador hacia Cabildo). Además, contará con un paso peatonal con escaleras y rampas para discapacitados.

La construcción de este paso bajo nivel es parte del plan para eliminar barreras ferroviarias de las calles porteñas. La empresa AUSA también está construyendo otro túnel en la calle Manuela Pedraza, a tres cuadras, para complementar el circuito de circulación en esa zona de Núñez.

Además, está avanzada la obra del túnel en la avenida Monroe bajo las vías del Mitre ramal José León Suárez, que también estaría listo para octubre. Mientras, ya fue abierto el cruce en Soler y la vía del San Martín, en Palermo.

En tanto, la Justicia debe terminar de resolver si vuelve a habilitar o no la construcción de 15 túneles más chicos , llamados “sapitos”, que servirían para agilizar el tránsito de autos particulares y ambulancias, pero no de colectivos y camiones. Son resistidos por grupos vecinales, que se oponen a que no se hagan viaductos completos en las avenidas.

No es Cristo, es Tiradentes

RECUERDO. EN BRASIL ES FERIADO EL DIA EN QUE SE RECUERDA SU EJECUCION.


No es Cristo, es Tiradentes


Por Eduardo Parise
08/08/11 Clarin


El gran busto de bronce está sobre un pedestal de granito. Reproduce la imagen de un hombre con pelo largo, barba y en sus manos, cruzadas sobre el pecho, hay una cruz. Como el vandalismo se llevó las placas que lo identificaban, muchos creen que evoca a la figura de Cristo. Y aunque el hombre también sufrió un martirio, su figura no tiene relación con lo religioso, pero sí contiene mucho de sagrado: esa persona murió por la libertad.


Desde 1966, la imagen –casi desconocida– está en la plaza Almirante Ramón González Fernández, unos metros a la derecha de la avenida Sarmiento, en el tramo que une Figueroa Alcorta con Libertador. Su autor es el escultor uruguayo y luego naturalizado argentino Juan Carlos Oliva Navarro (1888-1951), un artista formado en la Asociación Estímulo de Bellas Artes y en la Academia Nacional.


Pero, ¿a quién recuerda ese busto impactante y anónimo en medio de los jardines vecinos al Rosedal de Palermo? Se trata de Joaquín José da Silva Xavier un hombre nacido el 16 de agosto de 1746 (en unos días se cumplen 265 años), a quien la historia de los héroes de América conoce como Tiradentes (o Sacamuelas, en español).


Tiradentes era el cuarto de siete hermanos de una familia de Minas Gerais. Su padre, portugués, era un propietario rural; su mamá, nativa de esas tierras brasileñas. El chico aún no había cumplido los 11 años cuando ya era huérfano. Y en su historia fue clave la figura de un padrino cirujano con quien aprendió Farmacia y Odontología. De allí su apodo popular.


Pero su vida no estuvo sólo ligada a esos temas de la salud. También fue comerciante, minero y hasta militar en las filas del ejército que estaba al servicio de la colonia. Justamente en esos años fue cuando comprobó que la gran riqueza que producían los mineros no se correspondía con la vida de miserias que llevaba el pueblo. Entonces, en 1787, pidió la baja y se instaló en Vila Rica, un pueblo de Minas Gerais y, apoyado por grupos de mazombos (criollos), empezó a liderar movimientos antiportugueses. Su sueño era “hacer una gran nación” y a fines del siglo XVIII, promovió el primer intento serio de independencia en su país.


Junto con otros dirigentes (entre ellos había algunos clérigos), Tiradentes fue capturado en 1789 y fue condenado a muerte. En 1792, después de una vejatoria procesión por las calles de Río de Janeiro, fue ahorcado en el patíbulo. Luego, su cuerpo fue descuartizado: la cabeza se exhibió en un poste en Vila Rica; otras partes, en distintos pueblos. Era, decían, el castigo por sus “infames prácticas”. Y con su propia sangre, los verdugos firmaron el certificado de su ejecución.


Tiradentes es el “Patrón Cívico de Brasil” y cada 21 de abril (feriado nacional en ese país y aniversario de su ejecución) se lo recuerda como lo que fue: un auténtico patriota. El busto que lo evoca en Buenos Aires fue donado por el Instituto Argentino-Brasileño de Cultura.


El pasado de la lucha de los pueblos americanos por su libertad tiene muchas figuras y muchos héroes. Lo más probable es que la mayoría, como pasó con Tiradentes, ni hayan llegado a ver los resultados de su lucha. Otros, en cambio, iban a convertirse en presidentes de esas naciones que debieron librar duras batallas para lograr la ansiada independencia. Uno de esos casos es el de George Washington, cuya estatua porteña, también en Palermo, está a unos 200 metros de la del héroe brasileño. Pero esa es otra historia.


Cambian el recorrido

Cambian el recorrido de una autopista tras las quejas vecinales


 Dicen que, al final, la Presidente Perón no pasará por el parque Pereyra Iraola.
Por La Plata. Corresponsalia.
06/08/11 Clarin
La autopista Presidente Perón no pasará por el Parque Pereyra. Después de los reclamos vecinales y de la intervención judicial, las autoridades de Vialidad Nacional tienen decidido cambiar el recorrido del último tramo de este camino que atravesará ocho distritos del tercer cordón del Conurbano y desembocará en el Puerto de La Plata.


En el organismo nacional encargado de la obra reconocieron que fue descartado el proyecto para cruzar por el predio que representa el último pulmón verde del sur del GBA. No fue una decisión totalmente voluntaria. Desde hace un año, organizaciones ambientalistas y vecinos de Villa Elisa buscaron impedir el ingreso de topadoras en el parque Pereyra. El caso llegó a los Tribunales y el juez federal Luis Armella aceptó un amparo de los autoconvocados.


El proyecto vial pretende conectar partidos del oeste del GBA (Ituzaingó, Merlo) con la zona portuaria de la capital provincial. Está dividido en cuatro tramos y el último provocó las reacciones vecinales. El Gobierno tiene previsto invertir casi $ 2.000 millones para habilitar una doble vía por la que pasarían 35.000 autos por día.


Con el nuevo esquema, la autovía terminaría sobre la ruta 2, que vincula el área metropolitana con Mar del Plata. El punto final estaría cerca de la rotonda de Gutiérrez. Desde allí, Vialidad deberá mejorar y ampliar carriles de las rutas 56, 6, 36 y 215, para permitir el paso de camiones y equipos de carga hacia el puerto. Para acceder a esa terminal está proyectada –en paralelo– la ampliación de la avenida 90 en la periferia platense.


Según la información, el desvío de los planes originales determinará también la realización de obras complementarias como colectoras y distribuidores en la 215 (que es también la avenida de acceso a La Plata desde el sur) y la 36.


El plan definitivo debe ser presentado ante la Cámara Federal de Apelaciones, porque ese organismo fue el que decidió suspender las obras hace tres meses. “Todavía no lo presentaron y hasta que eso no ocurra no se podrá mover un metro de tierra”, explicó Gabriel Montero, abogado que intervino en las acciones de amparo de los habitantes de Villa Elisa.


La Municipalidad de La Plata, que había cuestionado el programa original, no tendría reparos para avalar esta nueva traza.