30/09/2011
Por Berto González Montaner *
Clarin Arq
En 1991 se firmó el convenio para hacer el barrio más nuevo de Buenos Aires. Hoy es una realidad, con menos habitantes que los 14.000 previstos y un altísimo valor de inversión.
Hace tan solo veinte años nació el más nuevo de los barrios porteños. Fue en el año 1991 cuando la entonces Municipalidad firmó un convenio con la Sociedad Central de Arquitectos para llamar a un concurso nacional de ideas con el objetivo de convertir el abandonado Puerto Madero en un pedazo más de Ciudad. La iniciativa llegaba luego de que se hubiese intentado sin éxito imponer un proyecto elaborado con el Ayuntamiento de Barcelona, España.
En septiembre de ese año se conocieron las bases del concurso, un instrumento fundamental para el éxito de la operación. Dos prestigiosos urbanistas, Odilia Suárez y Heriberto Allende, se sumaron a Pablo Huberman y Jorge Moscato por la Municipalidad de Buenos Aires, para redactar qué había que hacer con el área. El arquitecto y urbanista Alfredo Garay, uno de los “padres” de la idea, entonces vaticinaba: “Puerto Madero será la nueva imagen de Buenos Aires. La postal del 2000”. Faltaba definir el cómo.
A veinte años de haber formulado semejante utopía, Puerto Madero es realidad. Y no solo eso, según la encuesta “Ciudad x ciudad: lo mejor y lo peor”, publicada recientemente por ARQ, es uno de los lugares preferidos por los porteños y visitantes. La encuesta realizada por la consultora D´Alessio entre el público general y arquitectos (2.076 encuestados) dio que para el 14% y 16,2% respectivamente Puerto Madero es el lugar más agradable de la Ciudad. Bastante por encima de los apreciados Bosques de Palermo y la zona de Recoleta-Plaza Francia.
Sin embargo, sus comienzos no fueron fáciles. El diario La Nación fue muy crítico al principio. En sus editoriales pronosticaba que se levantarían gigantescas cortinas de hormigón entre la ciudad y el río. Y que así Buenos Aires perdería la gran oportunidad de que Puerto Madero sea el nuevo Palermo del siglo XXI.
También en los fantasiosos años 90 aparecieron otros megaproyectos, como el Proyecto Retiro, la Rezonificación de Dársena Norte para posibilitar la construcción de grandes torres, las diversas propuestas de aeroíslas en reemplazo del Aeroparque Jorge Newbery y la urbanización de la ex Ciudad deportiva de Boca Juniors, relanzada recientemente, que amenazaron restarle competividad al plan del barrio. Hasta se barajó la posibilidad de reformular el joven proyecto para instalar en el mismo Puerto Madero una Ciudad Judicial de unos 300.000 m2.
Volviendo al concurso, el jurado (Carmen Córdova, César Carli, Jorge Aslan y Raúl Rivarola; y Alfredo Garay, Mario Sabugo y Emilio Rivoira por el municipio) eligió entre los 96 trabajos presentados las propuestas de tres equipos. Uno liderado por Juan Manuel Borthagaray, entonces decano de la Facultad de Arquitectura de la UBA; otro, por Enrique García Espil, actual presidente de la Sociedad Central de Arquitectos y, el tercero, por Eugenio Xaus. Los tres equipos se unieron a los profesionales de la Municipalidad para elaborar el plan maestro final.
El proyecto replica la forma y el tipo de amanzanamiento de los galpones portuarios existentes hacia el otro lado de los diques. Y genera dos ramilletes de torres que en coincidencia con la prolongación de los ejes de la calle Viamonte y la avenida Belgrano enmarcaran el eje institucional y monumental de la Ciudad, la Avenida de Mayo.
Según el último censo, el flamante barrio tiene 6.629 habitantes contra los 14.000 previstos por la Corporación Antiguo Puerto Madero. Tiene tan sólo un poco más de 3,5 veces habitantes que su vecino, la villa Rodrigo Bueno, donde viven 1.795 personas y es uno de los lugares que más creció en la Ciudad desde el censo anterior. Aunque los espacios públicos de Puerto Madero sean disfrutados por muchos, sus flamantes edificios son más un refugio para el dinero que para la gente. El valor del metro cuadrado pasó de US$ 1.200 en 2002 a US$ 4.200 en la actualidad. Y ya se anuncian proyectos a US$ 7.000 el m2.
Puerto Madero fue para quienes definieron este pedazo de ciudad una oportunidad de reforzar nuestra porteñidad. Las bases del concurso pedían reforzar la memoria portuaria del sitio “por haber sido uno de los brazos potentes que agitó la Argentina de perfil agroexportador…” y valorizar el poder evocativo de la Costanera Sur, “un lugar predilecto de la sociedad durante la primera mitad del siglo (pasado)”.
Pero este carácter bien porteño imbricado con el origen portuario también se manifiesta en la arquitectura. Una desprejuiciada, hasta impune, mezcla de formas y estilos, ateorética y asincrónica. Edificios vanguardistas como las torres Mulieris, una experimentación sin precedentes en esta tipología de edificios, y lo anacrónico de la torre Chateau, una especie de palacio francés del siglo XIX pero en altura. Aunque a muchos no nos guste, estas son también “las” postales de Buenos Aires.
* Editor Jefe ARQ


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