HACE DOS AÑOS FUNDARON EL CLUB FAMOSOS DE BUENOS AIRES
A pesar de las prohibiciones, cientos de choferes "tunean" sus colectivos
Por Sebastián Hacher | Tiempo Argentino 07-03-11
Aman sus coches y gastan fortunas en "armar el bote", agregándole luces de iodo, fundas, espejos tallados y uñas en los paragolpes, entre otras modificaciones que la Comisión Nacional de Regulación de Transporte no permite.
Microcentro porteño. Sensación térmica, 32 grados. Tráfico imposible. En medio del caos, es lícito preguntarse si la belleza sobre el asfalto existe. Algunos opinan que sí. El Pipa tiene 32 años y jura que no quiere pasar ni un sólo día sin manejar su Mercedes Benz con carrocería Italbus y capacidad para 36 pasajeros. "Acá arriba soy feliz", dice. Nadie sabe cuántos de los más de 10 mil colectiveros que recorren la ciudad piensan igual. El Pipa dice que son muchos, que no está solo. Forma parte de la logia de los fanáticos del tunning, lo que en la jerga colectivera se conoce como "armar el bote".
Por tunning se entiende todo lo que el colectivo lleva y no está dentro del equipo básico: desde las cortinas hasta las luces violetas, pasando por los espejos tallados y las fundas de cuerina, pagadas por choferes capaces de gastar parte de su sueldo en ello, perder sus francos para mejorar sus máquinas y exponerse a la regulación del transporte que prohíbe hacer modificaciones en los colectivos. Porque, aunque parezca mentira, las luces de colores y demás adornos están prohibidos. El Pipa –que para esta nota pidió mantener el anonimato– dice que esa clandestinidad gigante, a la luz del día, no lo afecta. "Yo, cuando manejo –asegura–, voy tirando fama."
Dicen que el primero en usar esa palabra fue un chofer de la 34, un loco del tunning que en los ,80 pintó la tipografía de la película en la luneta de su colectivo: Fama. Dos años atrás, los fanáticos empezaron a reunirse, recordaron la leyenda y decidieron bautizarse Club Famosos de Buenos Aires. Ahora, cuando dos socios del club se cruzan, tocan una bocina que suena parecido al grito del chajá.
El que comenzó a juntarlos fue Maxi, de 31 años y poco más de un lustro como chofer de la línea 10. La unidad que maneja tiene casi 5000 pesos en arreglos: desde un conejo de Playboy en donde iban los logos de Mercedes Benz hasta una decena de luces violetas y iodos que iluminan el frente. La idea de formar el club le llegó de golpe. En septiembre de 2008, en Corrientes y Esmeralda, un pasajero le pegó una piña por no abrirle la puerta lejos de la parada. "Me tuvieron que dar puntos y me mandaron a la ART, en Ciudadela. Cuando bajé en la estación, me comuniqué con un pibe de la 343. Los dos teníamos un fotolog de nuestros colectivos." Hicieron un asado. Reservaron para 18 comensales pero fueron 35. Y ahí nomás organizaron una exposición. A la primera fueron 108 colectivos actuales y cinco reliquias del pasado. En noviembre de 2009, el gobierno porteño los invitó a La Noche de los Museos. Y la consagración llegó durante las fiestas del Bicentenario: aseguran que desfilaron esos días 400 colectivos. En el camino también se formó un segundo grupo: el club de Amigos del Bondi.
Darío tiene 32 años y no se pierde ninguna exposición. "Al coche hay que mostrarlo siempre", dice. En la línea donde trabaja desde hace once años, le dijeron que haga lo que quiera con el colectivo que maneja, pero que no perfore la carrocería. Con esos límites, lleva invertidos más de 5000 pesos en mejoras. Hace un año sufrió lo que, pensó, iba a ser una de sus peores experiencias. En un semáforo de Cabildo, un compañero lo chocó de atrás. Darío pasó cuatro noches sin dormir, yendo al taller para darle una mano a los mecánicos. Ni bien se lo devolvieron, retomó la rutina. Todos los días, antes de salir a trabajar, lava el colectivo con agua y desengrasante. Después, lustra, encera, silicona, limpia los vidrios con alcohol, le pasa algodón a la carrocería y le pinta el pasarrueda de blanco.
Eso, por lo menos, hacía hasta que comenzó a prepararse este artículo, porque un grupo de inspectores del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) llegó hasta el playón de su empresa y le informó que tenía que sacarle las cortinas, los espejos y las luces violetas. Mientras se labraba el acta, los testigos presenciaron un hecho que los dejó mudos. Estaban frente a un hombre que sabía llorar.
Un impuesto a la felicidad
La mayoría de estas modificaciones en los colectivos están prohibidas. El Manual de Especificaciones Técnicas para Vehículos de Transporte por Automotor de Pasajeros de la Secretaría de Transporte establece que las unidades tienen que quedar casi como al salir de fábrica, pero a los choferes esto parece no importarle.
Al momento de revalidar la habilitación, los choferes pueden pasarse uno o dos días desarmando todo. Y si durante el año les toca una multa, la pagan como si fuera un impuesto a la felicidad.
“Hay demasiadas leyes que son antiguas, que están hechas de cuando la masa de unidades era mucho menor”, explica Cesar, “el Junior”, colectivero de la línea 178. “Ahora, como ya pasó la crisis, el parque automotor está mucho mejor. Hay que evolucionar. Nosotros seguimos atendiendo un montón de cosas. y en nuestro recibo de sueldo sigue diciendo: atención de boleteras. Con las leyes pasa lo mismo.”
“Lo que hacemos nosotros -dice Maxi, chofer de la línea 10- es recuperar una cultura que estaba casi olvidada. A mi me interesaría que las autoridades se ocuparan de lo que realmente tienen que ocuparse: que un coche esté en buen estado, que no largue tanto humo. Si te agarra un 130 en la Avenida del Libertador, te asfixia desde media cuadra antes. Eso es lo que perjudica, no una luz violeta.”


1 comentario:
MIra q tomaron fotos buenas y esa vinieron a poner! buena nota con algunos errores de numeros!!
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