Por Eduardo Parise
Clarin 11/07/11
NOTABLE. EL PUERTO, A ORILLAS DEL RIACHUELO, FOTO DE 1877.
En un mundo tan interconectado como el actual el idioma universal parece ser el de las imágenes. Y quienes se expresan de esa forma, suelen afirmar que una imagen vale más que mil palabras. Por supuesto que tal conclusión se relativiza frente a una pieza literaria de alto vuelo. Pero en el caso de la historia de hoy, se puede decir que lo hecho por José Christiano de Freitas Henriques Junior tiene tanto valor como la mejor obra de los buenos escritores.
Había nacido en 1832 en las Azores, un territorio autónomo de nueve islas que, en medio del Océano Atlántico, aún forma parte de Portugal. Sin embargo, a los 23 años, su espíritu de trotamundo ya hizo que Christiano Junior (como gustaba identificarse artísticamente) estuviera instalado en Brasil. Para entonces su forma de expresión era la fotografía. Y después de un breve paso por Uruguay, desde 1867 la Argentina sería su territorio de operaciones hasta poco antes de su muerte, ocurrida en Paraguay en 1902.
En ese tiempo, el mundo de la fotografía estaba dejando atrás al daguerrotipo para darle paso a un nuevo sistema creado en 1851. El método, que se había impuesto en todo el mundo desde 1855, se denominaba “negativo al colodión húmedo”. Consistía en colocar sobre una placas de vidrio una especie de barniz que después se cubría con nitrato de plata. El sistema requería gran velocidad porque había que preparar la placa en el momento, tomar la imagen y revelarla en forma inmediata. Eso obligaba a que, para hacerlo, los fotógrafos tuvieran un laboratorio portátil. Christiano Junior –igual que otros– usaba como cuarto oscuro un carro tirado por caballos.
Claro que no todo era a cielo abierto. Tanto le gustaba Buenos Aires que el hombre había instalado dos estudios para hacer su trabajo profesional: uno estaba en Florida 160 (allí fotografiaba a adultos, entre los que se contaban figuras como Domingo Faustino Sarmiento, Adolfo Alsina o Luis Sáenz Peña); el otro, dedicado a la “fotografía de la infancia”, en la calle Artes (hoy Carlos Pellegrini) 118, local que un incendio destruyó en 1875. En aquel trabajo lo secundaban sus hijos José Virginio (nacido en 1851) y Federico Augusto (en 1853).
Pero Christiano Junior no era de quedarse quieto. También tenía un proyecto especial: mostrar el país con imágenes. Y no sólo abarcaba la ciudad y a la provincia de Buenos Aires; también incluía la región de Cuyo y el Noroeste. Ese trabajo espectacular, realizado entre 1867 y 1883, está reflejado en una investigación que hicieron los especialistas Abel Alexander y Luis Priamo y que editó la Fundación Antorchas. También Alexander investigó sobre las maravillas que el portugués hizo como fotógrafo de la Sociedad Rural Argentina. Sus imágenes incluyen animales de la primera exposición, realizada en abril de 1875 en un predio que ocupaba un cuarto de manzana en Florida y Paraguay, frente al Mercado del Norte, algo impensable para esa elegante esquina de hoy.
Con su ojo bien entrenado, Christiano Junior nos dejó un material invalorable entre el que se debe incluir lo realizado con la Penitenciaría Nacional, aquella cárcel modelo para su época (inaugurada en 1877 y demolida en 1962) que estaba en Coronel Díaz y Las Heras. Y también las valiosas imágenes al retratar el viejo puerto de Buenos Aires (junto al Riachuelo), o a la antigua Estación del Parque (en los alrededores de la actual Plaza Lavalle), un sector que se convirtió en epicentro de una revolución hacia 1890. Pero esa es otra historia.
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